viernes, 5 de septiembre de 2008

Capa imperial

La conocí cuando todavía estaba en la sala de la Sacramental, en la Parroquia de Santiago. Era una de esas cosas que se guardan con misterio, que se enseñan con misterio, y que desencantan sin misterio. Cuando la ví, ví que no era más que una capa de coro, de las que sacan para las procesiones los canónigos: Paño de brocado con capillo y orifrés bordados en imaginería. Estaba incapaz. Desde los tiempos del Emperador llevaba a cuestas muchas posturas. Las últimas en tiempo de Muñoz y Pabón y su tío, que la sacaban para la procesión de Su Majestad, por Pascua. Ya por entonces dejó de sacarse, y desde que la Parroquia quedó sin cura y agregada a la de San Ildefonso, la Sacramental la guardaba como uno de esos tesoros de sacristía.
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Han echado dos años en restaurarla, y ha costado un pico. Ya está expuesta en la Catedral, y hoy la han "presentado". La consejera de curtura de la Junta (la curtura es más hembra de un tiempo a esta parte) ha dicho lo que le han dicho, que es lo que luego han repetido todas las agencias de noticias: Que es la capa de la Coronación de Aquisgrán (1520) y que llegó a Sevilla en 1526, cuando la boda del Emperador, y desde entonces está en Sevilla.
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No atino a recordar dónde ni quién ni cuándo, pero yo tenía entendido que fue regalo de Don Carlos a uno de sus nobles , un caballero de cámara, y que después uno de sus descendientes fue el que la legó a la Sacramental de Santiago. Y no sé si deliro, pero recuerdo que me dijeron hasta el nombre del fulanito y todo. Pero que averigüe Vargas, o que la consejera pague beca a un pupilo del partidito y publique tesis. (Y si me paso por exceso de recuerdo que no fue, mejor para mí y mis historias. Además, tuvo que ser así, de todas formas).



No la he visto expuesta, pero por las fotos se ve que ha quedado muy aparente. Hago salvedad de la "ubicación", porque la han puesto en medio de la nave, metida en la urna iluminada. Yo que me aprendí la Catedral cuando todo estaba recogido, en su sitio y al uso, abomino de las modernidades espaciales neo-museísticas. Desde el fatídico '92, desarmaron las sacristías y los roperos y han dejado las naves y las capillas sembradas de cubos de metacrilato y otras abominaciones.

.Me gusta recrear escenas (mis novelas históricas me las monto yo), y la coronación 1ª. la de Aquisgrán, con esa capa sevillana, tuvo que ser como la representan algunos grabados, con todas las limitaciones de la xilografía del momento, pero algo así: Los Príncipes Electores, el estrado con el trono bajo dosel, y Don Carlos con la media melena y la boca abierta. A Don Carlos le duró la boca abierta hasta que llegó a Sevilla y vió a su Doña Isabel de Portugal. Cuando llegaron a Granada, ya no era el mismo: Perdió la pinta de borgoñón y embarneció español, enamoradísimo de su bella prima y señora esposa. Todavía se ven por las librerías de viejo ejemplares del delicioso opúsculo de Mata Carriazo con las cosas de aquella boda imperial en Sevilla y sus tornabodas en Granada. Quizá (y sin quizá) las semanas mejores de la vida del Emperador.

Que no sé si echaría de menos la capa que dejó en Sevilla cuando tuvo que ponerse otra de esas capas clericales para la otra coronación, más solemne. Porque Carlos V se coronó Emperador dos veces: En Aquisgrán primero, y otra vez en Bolonia. En Alemania, el arzobispo de Colonia le puso la corona de Carlomagno, y le aclamaron Rey de Romanos; y en Bolonia, en San Petronio, diez años después, recibió la Corona Férrea de los Longobardos y fué consagrado Emperador del Sacro Imperio por el Papa Clemente VII Médici, el mismo que sufrió tres años antes el terrible Sacco di Roma. Con la coronación se arreglo más o menos el desencuentro entre Papado e Imperio, y pareció que la Cristiandad se reconciliaba en sus cabezas sacro-temporales, cosa tan necesaria habida cuenta de cómo estaba el siglo.


De esa coronación en San Petronio tengo la semblanza tan bien figurada por Múgica Láinez en su Bomarzo. Y casi me veo en la plaza, entre los Grandes de España y el Imperio entrando en procesión; y junto al fascinante Pier Francesco Orsini, llevando torpe y cojeando la vara del palio imperial. .
Lo que no sé si dudar de la competencia de los competentes: Decían en la noticias de prensa que tras mucha averiguación había identificado a los Santos del orifrés, y que uno de ellos era...Santa Juana de Arco!!! Mon Dieu!!! ¿Se imaginan Uds. a la Queen de Inglaterra yendo a coronarse llevando una pegatina de Hitler en el armiño del manto de coronación? Pues algo así hubiera sido que un nieto de María de Borgoña, de Isabel de Castilla, de Maximiliano de Habsburgo y de Fernando de Aragón llevara de adorno en su capa a una francesa valedora de los Valois y quemada por bruja en la hoguera (y cuando todavía faltaban 400 años para que la Doncella de Orleáns fuera canonizada).

Yo no sé si poner en entredicho la sensatez de los investigadores-restauradores o la formación (o el buen oído) de los periodistas, pero alguno-a ha metido la pata hasta el corvejón. Es para sospechar, ¿no es verdad?.

Pues todo eso y más fantasías que me guardo, a propósito de una capa con tanta historia.

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